A las altas horas de la noche
llegué a casa y me metí en la cama. Apenas pude
conciliar el sueño, y a cada paso me despertaba soñando con que me encontraba
encima de una losa rodeado por un sinfín de fantasmas, me hacían caras; miradas
con ojos ictéricos y gestos extraños que yo no sabía especificar,
quizás expresaban desdén. Me entró un miedo que me paralizaba. Aquellas señales
me dieron muy malas espinas en el corazón confundiendo
una impresión de gravedad inusitada con
otras impresiones lejanas. Por la mañana me levanté y no quise salir de casa.
Desayuné y estuve en mi cuarto leyendo. Aquel día no hizo más que llover. La soledad me ha ido llevando al puerto, los
libros que suelen estar encima de mi mesa cuando escribo son testigo de que no
he caído en el lazo de creer que la
época de la juventud es sólo para divertirse y andar suelto por todas parte;
son testigos de que mi juventud tiene una limitación. Algunas personas me
preguntan- ¿Por qué esa necesidad de ponerte la limitación?- a lo que les
contesto que no quiero que mi juventud sea una broma como les pasa a muchos,
cuando llegan a la vejez se dan cuenta de que la habían vivido como una broma.
He intentado
varias veces ser como otros y no pude, hacer como los demás y no pude, hablar
como ellos pero al último no me atreví. Así
es la vida, no hay la posibilidad de vivir dos destinos a la vez. Hubiera sido más
triste siguiendo otro camino. No tengo
nada contra la gente, pero me fastidia ver las calles, las cafeterías, restaurantes,
cines y autobuses repletos de multitudes
de gentes y las bibliotecas abandonadas- ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a
una biblioteca? Cualquiera necesita
darse un espacio de algunos minutos para pensarlo. Tengo un amigo en la
biblioteca nacional, siempre voy por ahí y le pido una lista de los nuevos
libros, me dice que han dejado de comprar libros porque la gente no ha vuelto a
frecuentar mucho la biblioteca como antes. Me produjo cierta melancolía verla
empolvada, abandonada, parece que llora por dentro. Salí de ahí y fui paseando,
en medio de la calle me paré pensando en lo que ocurría, me dio una impresión de
la continuidad de la vida y el acabamiento de aquella biblioteca.