Decimoquinta parte: Chavalote confuso
De todo aquello que había leído en la carta y según su sano juicio y entendimiento, supuso que Inés sentía algo por él. A Chavalote le volvió a florecer la alegría en su rostro; estaba contento pero desorientado y confuso en la visión de lo que podría traerle esa carta. La única conclusión a la que ha llegado fue que tenía que hacer un plan o encontrar algún motivo para permanecer más tiempo en casa de doña Dolores con la intención firme de explorar el secreto de la mujer más noble y limpia del mundo con la que se había topado en su vida. Chavalote que siempre andaba con una pésima suerte que nunca logró abandonarla, ahora le sonreía la vida y le mostraba una luz enfocada en un sendero por el cual tenía que atravesar de una vez por todas a la otra orilla donde le esperaba la buena suerte. De pronto, se dio cuenta de que necesitaba un buen sueño y eso lo que tuvo que pensar desde el principio, sintió una inmensa necesidad de recuperar los años que había perdido acariciando las botellas de Whisky y bebiendo en exceso. Le invadieron muchas sensaciones abanicantes que todas eran producto de esa carta tan emotiva que había escrito Inés. En esa misma carta, Chavalote debió de haber hallado su retrato o algo que ha suplido en él la voluntad sin proponérselo.
Chavalote empezó a experimentar la antipatía por las tabernas, las riñas, la pereza, las calaveras envenenadas con la imbecilidad y la gente cerril, perdularia y sin voluntad. Había cambiado su visión del mundo, luchar era lo único que ahora encajaba en su pensamiento. Chavalote rompió, o quiso romper definitivamente sus relaciones con las botellas y las borracheras extremas, y llegó a creer esa metáfora clásica, que empleaban los escritores clásicos en sus libros, esa metáfora, lamentablemente, que mucha gente había dejado de creerla o se empeña en no usarla, esa metáfora era: “La gente, en general, soporta mucho mejor que se hable de sus vicios y crímenes, que de sus fracasos y debilidades” efectivamente, desde que llegó Chavalote a Vera, su vida se hizo un mundo de vicios y peleas, sólo vencían y hacían hazañas los pícaros, los bellacos y los canallas, y los débiles eran cobardes; pegarse o ser pegado. La hostilidad de gente bestia agudizó en Chavalote el impulso de ser feroz como un potro indomado para ser dueño de un asiento en el mostrador de las tabernas, le hubiese gustado ser Hércules para poder tener el arreglo de todas las situaciones difíciles y embarazosas en cualquier sitio de Vera porque no había posibilidad de bienestar dentro de las barbaridades e intrigas. Nadie pudo sacar a Chavalote de aquellos barrios suburbiales donde la picardía y la valentía eran símbolo de la hombría y las victorias.
Quizás esta carta de Inés sea una ilusión, una esperanza quimérica que de un momento a otro le puede aflojar la voluntad, le puede suceder a Chavalote como el que está en una barca en medio de un mar oscurecido, cansado de tanto remar, olas gigantes, el viento le es contrario, poca alternativa de vida, se pierde la esperanza, se resigna y se deja hundir.
N.B: la cita que está entre comillas es de Conde de Chesterfield.
N.B: la cita que está entre comillas es de Conde de Chesterfield.
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