martes, 24 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XIV


Decimocuarta  parte: Chavalote y las ideas

         Se sentó en la silla giratoria del escritorio de Inés, abrió el libro y emprendió a leer en voz baja y pausada… se ha entusiasmado con las aventuras de los personajes y le hubiese gustado actuar como ellos; la lectura le fue dando varias ideas desconcertadas y otras que le irritaban, confundía la bondad con la maldad, se ha dejado llevar por la inspiración mientras observaba lo que leía, sintió que se le abría una ventana de inteligencia. Chavalote pensó que con el tiempo todo se hacía, y se habían de abrir caminos, pese a que no sabía de qué manera aquello se hacía.  A medida que leía encontró entre las páginas una carta metida en un sobre amarillo. 

Mi siempre querida Magdalena Soto,
        
         Después de tanto tiempo, te escribo desde la casa de mi madre, no tenía pensado pasar mis vacaciones junto a doña Dolores pero debió de ser algo que me trajo por aquí, sabe Dios qué sería, en todo caso para qué pensar tanto si con el tiempo se van cayendo las máscaras de lo que oculta el destino,  aunque supongo que supe en cierto modo una parte…En Vera no hay nada nuevo, cada vez más borrachos, vagabundos, envidia, odio, vanidad y los ojos de la gente están inyectados de tristeza y cansancio de modo que se me ocurre decirle a mi madre que nos mudemos de este pueblo donde no tengo cómo negarlo nací y crecí y sus monumentales plazas que habíamos recorrido y las bancas en que nos sentábamos a leer novelas románticas. Lamento tanto que no puedas estar conmigo para compartir contigo, no sé si son casualidades o causalidades, es más posible que yo haya encontrado el personaje que andaba buscando ya hace tantos años, desde que leí el primer libro, recuerdas amiga, seguro entiendes perfectamente a lo que me refiero porque quién más sabe con qué soñaba, no creo que te hayas olvidado de ese perfil que hemos diseñados juntas, horas y horas pasábamos en el patio de la Fuente de los Cuatro Caños, tú misma me habías dicho que era un personaje bastante extraño y probablemente que no existiera en la vida real, cuántas veces me convenciste cambiarle de perfil, siempre me vencías con tus argumentos, ante tu realismo y el mío era mágico. Por suerte he aquí concretamente el cuerpo y la mente del perfil, lejos de los héroes clásicos o de la mitología griega; Belerofonte, Acrisio, Trámbelo, Dárdano de los libros que habíamos leído.
         A los tres días de mi llegada a Vera apareció en nuestra casa,  y me perdonas tanta repetición, no sé si es por causalidad o casualidad o las dos a la vez, una persona, un joven como tú y yo, un chaval, como solíamos decir en aquellos buenos tiempos, recuerdas, seguro no te olvidas de nada por la memoria de elefante que tienes, quiero decir, un tipo linfático como dice mi madre, no creo que sea corto de genio, le llaman Chavalote, sí, suena extraño verdad, aunque no puedes imaginar, ahora que te cuento, lo extraño que es él y su vida y cómo difaman sus conductas. En realidad parece ser un joven de sentidos perspicaces, una vista triste pero admirable. Convengo que es imposible hallar a un hombre heroico de novela que Chavalote, no sé si tiene alguna vocación. Soy pésima en las cartas, tanta palabrería barata,  ya sé que dirás esto, pero qué puedo hacer, heredé de mi abuelo esa costumbre de escribir, créeme no lo puedo evitar porque detrás de tanta palabrería descubrirás más de mil y una razones que me empujan a escribirte esta carta, estoy muy conmovida, este Chavalote resulta justamente el personaje que busco para mis folletines que sólo él mismo puede llevar mi obra a buen puerto. ¡Te abrazo y no olvides cruzar las manos!
                                                                                                                               Tu amiga Inés  

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