miércoles, 18 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XI


Undécima parte: Chavalote recuperándose

         Los primeros días en que empezó a recuperarse, Chavalote se levantó de la cama e intentó salir a tomar el sol, sintió fuertes mareos porque ya llevaba tiempo en la cama podrido y pensó que no iba a poder caminar, se quedó tranquilo unos segundos, luego retomó de nuevo sus pasos. Dolores estaba poniendo la mesa justo cuando él quiso abrir la puerta para salir al jardín. Le dijo que esperase a que comiesen, tomar sus medicinas y después podía salir. Pero en el fondo Chavalote no quería sentarse a la misa con ellas para no angustiarlas con sus penas y el rostro tan pálido. En ese momento Inés le indicó amablemente la silla donde tenía que sentarse, lo desconcertó lo suficiente como para dejarlo sin tener nada que decir, por lo que se dio por sentado que la cosa ya estaba sentenciada; que no había manera de inventarse otras excusas. Inés era muy agradable, sus acciones expresaban una interminable simpatía, su mirada era bastante hipnotizante, sonrisas nunca faltaban e inteligencia intrapersonal tenía de sobra. Dolores tenía un cuerpo ágil y una cara rosada y fresca, ojos claros y era de pequeña estatura, solía llevar en los hombros un pañuelo de seda blanco. Se contaba que el padre de Dolores se pasaba la vida encerrado  en el mirador de su casa meditando, escribiendo, leyendo libros de historia e Inés era la nieta que heredó esa inclinación por la lectura.
         A chavalote le encantaba, se sentía sanísimo y lleno de una alegre y emotiva sonrisa interior cuando estuvo saboreando aquel delicioso plato que le sirvió Inés, percibió por primera vez en su vida el auténtico sabor de la comida. Una de las sensaciones más extraordinarias que pudo experimentar era la de sentirse amparado en pleno remanso de paz, alimentado, cuidado y era la de volver a sonreír después de tanto tiempo.
         Chavalote recordó un incidente inolvidable que se había cruzado en su vida, fue cuando aún vivía con su pariente, un día de invierno, por una ligera falta, su tío le tuvo durante tres días desnudo, atado con cuerdas a pan y agua, a consecuencia de este castigo sufrió pesadillas que le siguieron persiguiendo muchos años después. También recordó los días atrás cuando le estaba pudriendo el mundo entero, cuando se hallaba como un náufrago en la suciedad; entre las botellas de whisky y las riñas e injurias de los vagos borrachos de la taberna, unos contagiados por otros. Chavalote, sin querer estaba sumergido en una ignorancia invencible, como el que está luchando inútilmente contramarea en mal tiempo y que sólo le quita las fuerzas pero no puede llegar a ninguna parte, un náufrago en guatemala que se arrima a guatepeor
         A lo largo del almuerzo Inés comía y no dejaba de mirar a Chavalote, tal vez sentía predilección por su tristeza y su silencio, tal vez buscaba en él un personaje secreto para escribir un libro ni ella, ni nadie sabía en qué terminaba. 

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