El solitario viajero
Don Bartoche entró en la casa de su amigo Farfán, y luego en su cuarto; tomó un saco de viaje donde puso furiosamente unos cuantos libros que estaban sobre la mesa y unos trapos, y salió cabizbajo. Tomó el camino de la estación, una calma profunda envolvía la ciudad de Meknes, la luna brillaba en el cielo, una niebla azul se levantaba sobre la tierra húmeda, y en el silencio de la noche apacible, sólo se oía el estruendo de la lluvia en batalla con el viento.
Pronto vio Don Bartoche a lo lejos brillar entre la bruma un foco eléctrico. Era de la estación. Estaba desierta, entró en una sala medio oscura. A continuación, se había dirigido hacia una ventanilla donde se veía en el fondo un hombre tendido sobre un sofá dormido roncando profundamente. Se ha detenido ante la ventanilla suponiendo que ese tipo llevaba dos días sin dormir. La vida a veces es dura, pero cuanto más dura, más enseña. Uno podría aprender mucho, para poder saber ajustar bien las velas que corren el riesgo de ser arrancadas por el viento y las tormentas repentinas. Metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda con la que tocó en la ventanilla de cristal, enseguida se despertó el tipo asustado, qué pasa-dijo, nada, quiero conseguir un billete a Tánger contestó Don Bartoche.
-Ya sale, dijo el tipo detrás de la ventanilla.
-Chokran (Gracias), dijo Don Bartoche mirando un cuadro de unas aleyas del Corán, colocado en la pared.
Apenas pasaron unos minutos, se oyó el timbre anunciando la salida del tren de la estación inmediata; poco después, un lejano silbido. El tren avanzó en línea recta evolucionando la velocidad, Don Bartoche subió a un vagón de segunda clase. Echó a andar el tren por el campo como si tuviera miedo de no llegar. A la media hora se detuvo en Sidi Kasim, una pequeña estación desierta, lluvía a chorros, uno de los viajeros cogió su equipaje y saltó de un vagón que pertenece a la primera clase donde obviamente no estaba Don Bartoche. El tren, Inmediatamente, siguió su marcha. La noche estaba fría; la luna se había ocultado tras del lejano horizonte, y las estrellas temblaban en el alto cielo.
Don Bartoche, sentado al lado de la ventana mirando lo que alcanzaba su vista, todo se convirtió ante sus ojos en viajeros, árboles, campos, faroles, ríos. En el vagón había una joven que debió de tener veinticinco años, rubia, esbelta, ojos verdes y unos labios chiquitos pero muy rojos, estuvo tecleando en el lapto que tenía puesto sobre sus piernas, por lo visto, la chica estaba muy distraída por su tarea ignorando absolutamente todo lo que existía a su alrededor.
Acto seguido, Don Bartoche, abrió su saco, sacó tres libros cuyos títulos "Historia de los personajes misterios y de sociedades secretas", " Ce que Nous sommes" de Jan-Guy Talamoni, " La última respuesta" de Alex Rovira. Miró unos instantes los tres textos, volvió a abrir el saco e introdujo dos y se quedó con " La última respuesta", luego, haciendo un esfuerzo se ha acomodado y empezó a leer. Fue justo cuando la chica rubia, debió de haberse dado cuenta de los movimientos de alguien que existe por ahí, lanzó una mirada a Don Bartoche, cuando él ya había iniciado su lectura poniendo toda su atención en el texto. La joven volvió a teclear, pero esta vez lo hizo intentando no producir ruido. Para Don Bartoche, la lectura era una tonificación de la voluntad.
II
Reconfortado su espíritu con la lectura, puso un marcador rojo en la página donde había cesado su lectura, cerró el libro de golpe. Don bartoche se acomodó en el angosto asiento con un vivo gesto de dolor y respiró abdominalmente en dos tiempos. Fue en ese mismo momento cuando entró un hombre alto, negro y gordo. Muy buenas noches, los billetes por favor, dijo. La joven contestó: buenas noches y se lo tendió amablemente. Don bartoche aún inspeccionaba su bolsillo murmurando dónde había metido el billete del tren cuando la chica ya había cerrado su lapto y miró a reojo hacia Don Bartoche. Se despidió el hombre alto, y salió meneando la cabeza hacia abajo para no golpearla con el umbral el de arriba de la puerta.
Eran las tres y media de la madrugada, y el tren normalmente llega a Tánger sobre las 7, y cuando tarda, pues a las 7:23 AM. Entonces todavía falta tiempo, pero a decir verdad, en los trenes el tiempo no existe, el futuro tampoco. Los trenes inspiran muchas cosas, viajeros, soledad, exilio, pero sólo los que están acostumbrados a contemplar, a meditar, pueden darse cuenta de lo que es el tiempo. Toda la gente habla del futuro, el futuro, el futuro, ¿qué demonio?, ¿acaso no se contentan con el presente? ¿ Acaso el presente no se cuenta como tiempo, o sea que la gente no sabe que el presente es más importante que ese coño futuro?. Todo se ve complicado en el siglo XXI, pero ¿quién es el culpable de complicar la vida de la gente? ¿Acaso no es la gente misma? Seguro nadie quiere asumir la responsabilidad de sus actos, y por eso la gente siempre busca a quien echar la culpa de los malos resultados, malas experiencias, eniquívocas decisiones y fracaso. Hay muchas preguntas que no tienen respuestas, son estupideces, es una ciencia de idiotizar, idiotizarse digo, porque no encuentro otro verbo que adecúa al caso. En todo caso, de eso hablaré en otra ocasión.
Don Bartoche tiene la nariz corta, ojos azules, iluminados, grandes, el perfil recto y la barbilla muy fina, lo que le da un aspecto de dominio y de tesón, se peina de un modo clásico, y eso le contribuye a darle un aire más imperioso. Su rostro inspira un sentimiento trágico, de inseguridad, de mal humor. Cuando habla su expresión es una mezcla de bondad, de amargura y de timidez que despierta una profunda simpatía, su risa le ilumina el rostro, pero a veces sus labios se contraen de una manera tan sarcástica que su sonrisa entonces parece penetrar como la hoja de un cuchillo.
Aquella cara tan expresiva, en donde se transparenta unas veces la ironía y la gracia, otras como un sufrimiento lánguido, contenido, produce a la larga un deseo vehemente de saber qué piensa dentro de aquella cabeza voluntaria.
-¿A Tánger? Preguntó la chica.
-sí, ¿y tú? le devolvió la pregunta Don bartoche.
-sí, también, dijo la chica con una sonrisa de bondad. El monosílabo “sí”, salía de sus labios con un tono suave, muy femenino.
-bien, ¡ojalá llegue a tiempo y no tarde! dijo Don bartoche, mirando en su reloj e ignorando la presencia de aquella chica que parece tener todos los encantos como para ser coqueteada a primera vista.
De nuevo, sonrió la chica sorprendida por el carácter y la respuesta de Don bartoche. Fue justo cuando sonó el teléfono de Don bartoche, un sonido muy extraño (miii móvil eeestá sonandooo, entre toniiitotoniiito, y yo me voy acercando, no se descuelgue soniiiiido, pero mira cómo suena...) era la voz de un payaso que sonaba. Don bartoche, vio que la chica sonreía sin saber el porqué. Sacó un LG, no era de la tercera generación, para él siempre los teléfonos sirven sólo para llamadas y enviar mensajes, otra cosa no.
-sí, contestó.
-¿Hombre dónde estás? desde que llegué a la casa te estaba llamando, y me contestaba el operador que tu teléfono... fuera de Área, ¿dónde te has metido amigo del alma?, preguntaba Farfán con un tono caballeresco, gentil.
-Te había dejado una carta sobre la mesa explicándote todo, ¿no la has visto? Bueno, digo, que recibí una llamada en la que me habían comentado que alguien en Tánger vende su biblioteca que consta más de 17 mil libros. Ya sabes amigo, no me gusta perderme esa ocasión y así no me queda de otra más que salir en el tren de las 00:00 para poder llegar temprano y averiguar el asunto.
-Estás loco amigo del alma, dijo farfán en buen sentido. Siguió farfán, pero me hubieses llamado para ir juntos.
-La verdad sabía que estabas ocupadísimo con tus tareas de traducción, además, según mi conocimiento el miércoles impartes clases a primera hora, por eso no quise...ya sabes que....
-OK. Bueno, suerte amigo del alma, más tarde te llamo a ver cómo va esto de la biblioteca....!abrazos! dijo Farfán.
-¡bendiciones!! Pronunció Don bartoche, mirando desde la ventana un pueblo lejos que iba desapareciendo con la velocidad del tren.
Acto seguido, Don Bartoche, volvió a meter el teléfono en el bolsillo, fue, cuando se dio cuenta de que la chica rubia que estaba sentada delante de él ya desapareció y que se había quedado solo en el compartimento. A lo mejor había ido al servicio, pensó.
Don bartoche solía viajar solo, pensaba solo, meditaba solo, metía la patas solo, se acostaba solo, leía solo, escribía solo, se despertaba temprano solo, paseaba solo, se las arreglaba solo. Siempre contestaba a los que se oponían a su soledad pronunciándoles sus célebres argumentos “nací solo, viviré mi destino que me corresponde solo, asumiré la responsabilidad de mis actos solo, no quiero echar la culpa a nadie por mis errores. No quiero romper los sueños a nadie. Además, “vale más estar solo que mal acompañado”. Para la gente, don bartoche nunca se deja a conocer, es un tipo estrambótico, extraño.
Desde el pasillo del vagón, se oyó el ruido de unos tacones acercando al compartimento donde estaba Don Bartoche, se abrió la puerta y fue la chica, volvió........... (Suite)
III
21/10/2011
Hace un par de días asistimos Farfán y yo a una conferencia en la que se iba a exponer el tema de la educación. A las 09:30am estábamos en la sala de conferencias, ocupando las primeras sillas que suelen ser cómodas. El espectáculo en aquella sala inspiraba a como si estuviésemos en un funeral de algún profesor muy conocido, digo esto, porque justo después de haberse iniciado la conferencia, miré hacia atrás intentando reconocer las caras de los presentes, entonces vi que ninguno sonreía. ¿Qué pasa, por qué están así? Me dije.
Realmente no comprendí absolutamente nada de lo que sucedía. Volví la mirada hacia los conferenciantes poniendo atención a lo que decían. Eran cuatro profesores, de buen aspecto. Uno hablaba de la ética y de vez en cuando citaba una que otra de las frases de Aristóteles.
Pasados unos veinte minutos, mientras el público estuvo animado por los conceptos, términos, eufemismos, que requieren que uno dedicase horas y horas de estudio para entenderlos como Dios manda. Se abrió la puerta de la sala y entró Don Bartoche. “Éramos pocos y parió la bisabuela”.
Don Bartoche era el tipo de un crítico inteligente y tranquilo, cosa muy difícil de unirse en un hombre que procura razonar sobre cualquier cosa, en cualquier momento. Ser crítico y tranquilo a la vez me parece una virtud porque requiere bastante paciencia. Sin embargo la inteligencia pura es cualidad igual en todos los hombres. Un físico ruso y un físico francés tienen que hacer un análisis y lo hacen lo mismo, piensan sobre su ciencia y piensan lo mismo, pero salen del laboratorio y ya son distintos: el uno se toma constantemente VODCA, el otro apenas se sirve un vaso de Whisky, ( si acaso lo tiene, sobre todo con la crisis económica), el uno se levanta temprano y el otro tarde, el uno se pasa todo el día en el laboratorio y el otro se da tiempo a sí mismo, para ejercer deporte, leer, salir de viaje. Cada uno es como es y no puede ser de otra manera, pero en el fondo experimentamos todos, la fatalidad de la raza. Uno no sabe por qué es izquierdista, el otro no sabe por qué es derechista o sea EXTREMISTA (aunque no creo en esta palabra, todavía no encaja en mi diccionario) y tampoco saben que siéndolo fomentan el instinto de destrucción. A todos los que se hacen partidarios les pasa lo mismo inconscientemente. Todo eso, es un resultado de las estúpidas ideologías de los partidos políticos, (yo siempre digo el malestar político así me conviene), es un resultado de la idiotez de aquellos que nunca reflexionan sobre las cosas, ni reaccionan, supongo por ignorancia, y no es que no se tomasen la molestia de reaccionar, es un resultado de la falta de fe, de criterio, de conciencia. Dios, Dios Dios, no me cansaré de decir Dios aunque sea cincuenta mil millones de veces por ese caos, por esa fatalidad absoluta, desorden social. ¡Ojalá llueva piedras pero que sean grandes para acabar con ese caos!, según dijo un desesperado Chaval delincuente en la medina.
Todos somos hijos de Iva y Adam, somos del mismo planeta, pero unos estúpidos y otros inteligentes, unos positivos y otros negativos, unos comprensivos y otros fanáticos, tercos, unos buenos y otros malos, unos trabajadores y otros perezosos que no hacen más que consumir y nunca se les pasa por la cabeza la idea de ser algún día responsables y producir como Dios manda.
Bueno aquí quiero dejar ese tema porque sino me encabronaría y abandonaré la conferencia dejando solo a mi amigo Farfán, la verdad no quiero estar de mal humor porque hablar de ese tema me amarga, me pone de mala leche.
Don Bartoche sacó un folio de su carpeta y se puso a anotar mientras el conferenciante explicaba que la falta de educación genera los conflictos entre padres e hijos, genera falta de respeto que debe ser mutuo entre los seres humanos. Todo empieza con la enseñanza, si tenemos buena enseñanza, todo estará bien. La enseñanza debe transmitir virtudes a los alumnos, la enseñanza no puede organizarse de manera democrática, porque la enseñanza fundamentalmente por definición es jerárquica, es piramidal. Tiene que haber un profesor investido de autoridad. Donde no hay autoridad surge autoritarismo que es lo contrario de autoridad, por lo tanto la relación de colegueo y amistad entre maestro y alumno no conduce a ninguna parte. A la barbaridad o chulería creo que sí conduciría. A este respecto, ha citado una frase de Chstertón en la que dice “todos los educadores deben ser absolutamente dogmáticos y autoritarios, no puede existir la educación libre porque si dejáis a un niño libre no lo educaréis”. Entonces basta de permisividad, hace falta mano firme, correcta y justa, pero firme. En la actualidad, ya que me gustaría decirlo así a rajatabla, porque veo muchos padres aquí en la sala. “resulta que los padres no saben nada de la conducta de sus hijos, ni a dónde van, o en qué gastan su dinero, ni qué compañas frecuentan. Lo único de lo que están seguros es de que son chicas y chicos de lo más majos, con quererles mucho y defenderles frente a maestros y jueces ya creen haber cumplido su tarea de progenitores. Con esta cita que había sacado de un libro de Fernando Savater concluyó. Yo miré a Farfán que por su partes me había dirigido una mirada como si quisiese comunicarme algo, me dije es la telepatía. Sin embargo Farfán no logró comentármelo porque inmediatamente el moderador activó el megáfono que había tenido a su lado, proporcionó al público que hiciesen preguntas por si acaso había algo que no quedó claro. Cosa que suele suceder en la mayoría de las conferencias.
Un tremendo silencio reinaba en la sala después de haber callado el moderador. En ese momento se levantó Don Bartoche. El auditorio debió de entusiasmarse, todos se miraron, unos a otros, un poco asombrados, luego todas las miradas se dirigieron hacia Don Bartoche que ya había tomado la palabra……………(Suite)