El poeta de los cadáveres y el fanatismo
Oscaro era un poeta cruel. Yo ignoraba por qué motivo escribía poemas sobre cadáveres y cementerios. Despreciaba el resto del mundo orgullosamente. Era un caso extraño, parecía turbio. No se sabía a ciencia cierta qué clase de sufrimientos padeció en alguna etapa de su vida. Quizás a esa extraña inclinación se debiese su pasión por la anatomía y la innaturalidad, pero su morbosidad era más patente en todo lo que directa o indirectamente tuviese referencia con la muerte y los cuerpos inertes. Al principio, yo supuse que había estudiado anatomía o tenía relaciones con algún grupo de anatomistas y biológicos. No creo recordar que en alguna ocasión lo haya mencionado en nuestras charlas. Sus poemas eran en sí un secreto, y yo tuve la curiosidad de explorar el secreto de Oscaro. Bueno, no soy Sherlock Holmes y tampoco dispongo de su inteligencia, pero habilidad de observación no me falta. Entonces, comencé a seguir la ruta de los emprendedores detectives. Primero me puse a indagar en los lugares que él solía frecuentar, luego preguntaba a las personas que le conocían haciéndome pasar por pariente suyo colateral. En el proceso que seguí no me costó mucho tiempo para juntar informaciones. En dos semanas pude formar una pequeña biografía sobre la vida de Oscaro y estuve al tanto de sus actividades que ejercía regularmente. Pero me faltó conocer ciertos detalles de su infancia.
Le dije a uno de los personales del ayuntamiento si podía Consultar el registro de la residencia de una persona se llamaba Oscaro, me dijo que no era permitido. Me quedé pensado unos instantes, de repente me vino una idea y le comenté que soy primo suyo, que yo vivía en Canadá y acababa de llegar y no sabía a quién preguntar y que necesitaba sólo la dirección de la residencia y ahí podía preguntar a los vecino. Me miró de arriba a abajo y viceversa, yo ahí parado inmóvil. Creí que no tenía suerte, que no aceptaría. Efectivamente movió su cabeza diseñando un guión que no. Le dije que no conocía a nadie en la ciudad, que Osacro era el único pariente que me quedó de la familia paterna. A veces es menester mentir para conseguir algo o algún beneficio, eso está mal, pero yo mentí sólo para ayudar a Oscaro. Quise desempeñar el papel del detective y psicólogo. Por fin aceptó dejarme consultar el registro. Le di las gracias y me retiré enseguida de allí. Una vez tenía la dirección de la casa donde vivió Oscaro su infancia. Fui a visitar ese lugar. Una mujer debía de tener unos sesenta años estaba regando unas plantas y flores. Me dijo que la casa estaba cerrada que no había nadie, le comenté que yo era amigo de un chico que vivía aquí hace veinte cinco años, yo viajé al extranjero y no volví a saber más de él, que después de tantos años ahora vine a buscarlo. La vecina al parecer necesitaba alguien con quien platicar. Me invitó a entrar a tomar café y ahí me daría informaciones. Afortunadamente, resultaron los detalles que me faltaban. Su padre era duro y áspero. De pequeño Oscaro sufría de golpes y mal tratos. Se veía abandonado porque sus padres siempre viajaban y lo dejaban con la abuela que era muy vieja; un esqueleto de huesos secos como un puente frágil que amenazaba derrumbarse en cualquier momento. Ésta nunca le dejaba salir jugar y brincar con los chicos, y así en su infancia perdió ilusiones de conocer a multitudes de gente para recuperar en cierto modo la falta de sus padres. Una vez éstos viajaron como de costumbre, y no volvieron a aparecer hasta que llegó un día un hombre le dijo que era el abogado de la familia. Le había informado de que sus padres murieron en un accediste tráfico. Lo acompañó al forense, ahí reconoció los cadáveres de sus padres. El abogado se encargó de hacer los preparativos del entierro…Creo que la escena de los cadáveres quedó plasmada en la memoria de Osacro, que pronto se convirtió en una fuente de inspiración. Ahora comprendo por qué cuando él me hablaba, sus ojos ardían con el fuego de la indignación, parpadeaban para cerrar grandes y angustiosos secretos. Sin embargo con las mujeres soltaba una expresión agradable; era capaz de organizar en las señas de su rostro la perfecta imitación de romanticismo, ternura y desprecio, según el interlocutor y la circunstancia. En su opinión, el hombre debe ser valiente, político y egoísta para conseguir lo que desea. En virtud de ese mecanismo psicológico él medía a las personas y las diferencias en la comunidad, ya que pensaba que Dios había hecho el cielo y la tierra para que los fuertes esclavizaran a los débiles, me dijo que una sociedad sin problemas, sin clases, sin violencia, sería inarmónica. Fue cuando nuestra charla se convirtió en una discusión tormentosa.
-Tú defiendes el estado burgués aunque sea corrupto- le advertí.
-Sí, ¿y por qué no? Es que gracias a ese estado la vida se actualiza día a día- me dijo.
Lo horrible, a mi juicio, no era que Oscaro tuviera mal entendido el concepto del estado y la sociedad o tratase de destruir los valores que habíamos heredado los seres humanos por los siglos de los siglos. Lo grave es que a él no le importaba absolutamente nada de los problemas sociales, ni los malos fenómenos que nacen de la trasgresión e injusticia y la violación de los derechos humanos…. Su dialéctica se basa en el ego y en su visón superficial del mundo.
Le dije a Oscaro que hoy día, muchas personas piensan que nuestra época (actual) y las condiciones en las cuales vivimos es el mejor tiempo que conoció la historia humana. Creen que los medios que utilizamos y la comodidad en la que nos encontramos…etc. Creen que todo eso expresa el auge del progreso que ha conseguido realizar la capacidad mental del ser humano, por lo tanto les parece absolutamente correcto decir que nuestra época es la mejor de la historia humana.
Es cierto, antes, la gente utilizaba las lámparas de aceite (quinqui) y ahora tenemos electricidad. Antes utilizaban los caballos y bestias para desplazarse y transportar las cosas, ahora nos disponemos de coches, aviones, trenes, barcos…etc. Antes el viaje duraba años y meses para llegar...Ahora es cuestión de horas o días. Antes se servían de palomas mensajeras para enviar cartas o comunicarse, ahora la tecnología hizo que todo se hiciera con un solo clic. Antes no nos enterábamos de lo que ocurría en otras tierras, ahora las noticias nos llegan minuto por minuto, en general todo se hizo fácil, pero volvamos a hacer la misma pregunta a las personas que reflexionan y miran las cosas profundamente. Preguntemos a estas personas que observan y calculan todas las cosas con inteligencia y exactitud a ver si nos van contestar que la mejor época es la nuestra; (actual).
-Seguro nos responden que es la mejor- me dijo Oscaro
-¿Eso crees?- Pregunté
-Sí, y no lo dudo. ¿Acaso insinúas que no es de las mejores?- me cuestionó
- Veras, la moneda tiene dos caras. Yo diría que es la peor de las peores, diría que nunca hubo una época en que el ser humano se convirtió en un demonio visible. Yo diría amigo mío, que esta época es el inicio del Apocalipsis. Sabes que en las pasadas épocas los ricos vivían pacíficamente con los pobres, y todos contentos, eso debido a que cada uno respetaba al otro y no le exigía que se adaptase a su manera de vivir. Sin embargo, en nuestra época los ricos son permanentemente ricos y cada vez se hacen más ricos, y los pobres cada vez se hunden más en la extrema pobreza…. ¿eso por qué? –seguro tiene justificación.
¿Casarse un hombre con otro hombre, y una mujer con otra mujer eso es el progreso?
¿Cómo es posible pretender que ésta es la mejor época mientras estamos gobernados por un grupo de estúpidos que manejan las cosas según sus caprichos y nos someten a las leyes que inventan y si sales a protestar te mandan al calabozo o te quebrantan el cuerpo los guardias civiles, y así regresas molido a la casa, si es que te sueltan. Al fin de cuenta te encuentras ni con la justicia ni siquiera con tu salud. ¿Cómo es posible pensar así si nos están estafando en todo el tiempo? Y si reivindicas tus derechos te acusan de terrorismo. ¿Ésta es la mejor época? ¡Vamos!, como se dio el caso, déjame contarte lo que sucedió con un hombre que llevaba una vida casi primitiva en nuestra época.
Hace un par de años, quiso Dios que me topase en el desierto con un pastor, recuerdo se llamaba Jawarizmi. Este hombre era grueso, alto, flaco y moreno; pero moreno de tanto andar bajo el sol de alta temperatura con la mirada siempre llevada al horizonte. Era un hombre hábil, cargado de historia y de historias. Yo lo escuchaba absorto, con asombro; como se escucha a un soldado que regresa de la batalla o al peregrino que regresa de Mecca. Pensé que Jawarizmi nunca había ido a la escuela ni a los institutos donde enseñan las teorías meteorológicas o las ciencias naturales, no tenía libros ni nada, y a pesar de esto, sabía muchas cosas, pero sus andanzas por el desierto equivalían una enciclopedia de conocimientos; éstas le hicieron aprender mucho de la naturaleza; digo era naturalista sin querer. Tenía un camello y un ganado de treinta y tres ovejas. Los guiaba de oasis a otro con una vara bien labrada. Supongo que él mismo la había labrado. Se calentaba, y calentaba su comida con leña que recogía por su camino. Tenía un sentimiento fuerte y enérgico. Pese a que vivía solo, era un tipo social. Vivía feliz y contento porque nadie le exigía pagar impuestos por el ganado, nadie le subía las facturas de agua, gas y electricidad. Era feliz porque nadie le estorbaba con anuncios engañosos publicitarios. Jawarizmi nunca se preocupaba cuando sube el precio de petróleo. Estaba totalmente contento con lo que tenía y nunca pensaba tener lo que le podía ser inconveniente en otro momento de su vida. Andaba siempre tranquilo y de buen humor porque en el desierto no hay semáforos o atasco, ni presenciaba peleas ni escuchaba vecinos insultándose. Nadie le incomodaba porque en el desierto no hay clubes o cafeterías de prestigio donde los adolescentes pueden intercambiar groserías, y no se molestaba cuando se cortaba la luz en la metrópoli…Jawarizmi era libre, libre con todo sentido de libertad. Sin embargo, en la ciudad, los ciudadanos no son libres, obedecen, obedecen. Los esclavos de ayer, hoy han pasado a ser ciudadanos absolutamente sometidos y de pronto el hombre olvidó el concepto clásico de libertad. De modo que no existe la libertad en nuestra época.
-¿Has perdido el juicio, quieres que vayamos a vivir en el desierto?- Me interrumpió Oscaro burlando.-Deja de decir majaderías, eso no puede ser-añadió. Yo seguí haciéndome el despreocupado y continué: El caso es que sucedió que una noche cuando callaron los silbidos del viento, las bestias pusieron las orejas en descanso, lo yacente y lo inerte se hicieron yacente e inerte sin más sobresalto. Jawarizmi empezó a contarme su historia, dijo que era hijo de Gabriel Zulfikar, éste era ingeniero minero, gerente de una empresa en las minas de Georgia, y descendía de una familia turca. Cuando aún tenía catorce años, su padre lo mandó a estudiar en Rusia; precisamente en aquella época de guerra fría entre La Unión Soviética y EE.UU. En su historia había elocuencia y nostalgia, y lo que contaba se armonizaba con el espíritu de la noche en el desierto. Jawarizmi no tenía la idea de lo que iba a estudiar en Rusia y tampoco estaba entusiasmado. Ingresó a la facultad de ciencias aplicadas, era un estudiante tranquilo e inteligente. Estudiaba muy bien y nunca se impacientaba, además, era puntual como un reloj. De vez en cuando escribía a su padre para hacerle estar al corriente de cómo le iban los estudios. A los seis u ocho años de estar instalado en Rusia. Estaba hecho un hombre y regresó a reunirse a su familia.
A la buena de Dios, se desplazaron a Turquía y ahí montaron un negocio y empezaron a ganar más de lo que ganaba su padre en las minas de Georgia. A cada tres meses su padre donaba millones y millones a todos los pobres de la ciudad. Tuvo fama del buen y generoso burgués. Bueno, todo andaba bien hasta que un día lo acusaron de comunista. Turquía era un país donde reinaba una pesada atmósfera de desconcierto y zozobra. Ya que estaba en el bando de EEUU, así que las ideas comunistas eran censura, un delito mayor contra el estado, y los comunistas eran condenados a muerte.
En cierta mañana, vino una furgoneta de guardias por su padre. Lo llevaron a la cárcel bajo la tiranía peor que todas conocidas. A los tres días había sido fusilado en la plaza Konak en el corazón de la ciudad de Izmir. El gobierno le quitó todas las fortunas y riquezas que tenía; fue como quitarle definitivamente la tierra debajo de los pies y que quedase colgado un poco por encima de ella. Su padre fue tristemente, como un sacrificio que se ofrece al fanatismo y despotismo de hombres que pretendían gobernar el mundo. Jawarizmi viéndose sin nada se echó al desierto como un loco…......