martes, 20 de marzo de 2012

Itinerarios de Abdul I

Primer capítulo : Itinerarios de Abdul 


-Por favor, Abdul, no cambies de teléfono, quedémonos en contacto, quiero llamarte y saber de ti, saber de ti….
Iba repitiéndome esas palabras de Dania al despedirnos en la carretera Nº 13 en el centro de la ciudad, palabras sinceras, palabras de una muchacha estaba por casarse, palabras cortaban en el fondo más que el cuchillo de doble filos. Seguía avanzando hacia mi piso y tenía miedo de llegar, de la terrible soledad que me esperaba, las luces de los coches salían en varias direcciones y me distraían, llovía y yo estaba desabrigado. Volvía a repetirme las palabras de Dania y pensaba que debió de haber visto en mis ojos algo extraño, que ha detectado en mí algo que no andaba bien, algo que despertaba mil y una razones para pensar. Otra vez me daba miedo, me aturdían esas palabras que me repetía, tenía ganas de correr hasta que mis piernas no respondan, de no parar jamás. Me asustaba la idea de llegar a mi piso, pero ya estaba ante la puerta. No pude abrir y quise volver a la calle a caminar, pero ya estaba dentro, el piso estaba oscuro y tampoco encendí la luz, me metí en mi escritorio, miraba el retrato de Dania que tenía puesto en la estantería de mis libros, yo mismo se lo hice el día que precedió su cumpleaños, lo construí con ganas, por amor a ella, por alegrarle el corazón, por muchas cosas que ahora no vale la pena citarlas, razones que sería en vano decirlas cuando ya es tarde, demasiado tarde. Me aterraba un vacío que hería mis adentros, sentía que todas las cosas han perdido su significado y su razón de ser, de existir, como que el mundo había perdido su belleza y se hizo complejo. Debo reconocer que la inteligencia emocional de Daniel Goldmán no me funcionó para nada. Cerré mis ojos y vi a Dania que estaba al volante mirándome a través del cristal brumado por las gotas de la lluvia, con una sonrisa tan tenue quería arrancar, yo seguía ahí parado al borde de la acera inmóvil observándola, triste, hecho un desastre, eso duró minutos, durante los cuales busqué comprender la lógica de ese itinerario inesperado en el que me encontraba sumergido sin darme cuenta, un itinerario sabe Dios dónde empezó y en qué termina.


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