miércoles, 28 de marzo de 2012

Itinerarios de Abdul V


Quinto capítulo: Itinerarios da Abdul

         La muerte de Lina influyó mucho en nuestra relación, produjo un giro bastante notorio, que yo no alcanzaba a comprender.  Dania empezó a tratarme fríamente y en ciertas veces me ignoraba. Una tarde asistimos a una conferencia, al salir me dijo Dania con seriedad que no quería que le acompañase, que necesitaba estar un poco sola. La miré estupefacto, y quedé totalmente desconcertado. Realmente, me sorprendió su actitud tan seria, firme e imprevista. Me era difícil admitir tal comportamiento inhabitual, lo recibí como una humillación, esa impresión me dejó apabullado y me duró un mes entero porque no me agradó de nada. Aquello me dolió y sentí por primera vez, después de trece meses y quince días de nuestra buena relación, que algo andaba mal. A veces uno tendría que tener un corazón tan grande y flexible, donde quepa todo; fraudes, cosas agradables y desagradables, buenas y malas…En todo caso, no tuve más remedio que respetar la decisión de Dania y entender lo que no se entiende.

         Me quedé convencido de que ese incidente se debía a una razón que Dania no tardaría en explicármela. Debo decir que por ninguna parte hallé una locura tan grande que la de intentar entender los temperamentos y los caprichos de una mujer. No comprendo a esa clase de mujeres que se creen que habían venido al mundo para que los hombres se arrodillasen a su alrededor y cantarles alabanzas. ¡Sandeces inexplicables!

         Aquel día regresé a mi casa, preparé un café, me eché en mi estudio y me puse a escribir. Cuando ya estuvo bien entrada la noche, salí y fui a visitar a mi tío Chápalo. Hacía mucho calor, el aire era sofocante, tan pesado, el cielo rojo y abrumado. Encontré a mi tío enfermo, retenido en casa tosiendo,  le pregunté qué tenía y me dijo que le había cogido una gripe con mucha fiebre. Estaba charlando con él un rato, me comentó que ninguno de sus amigos vino a visitarle, y cuando le pregunté por el motivo, me contestó que sus amigos tenían miedo al contagio y que no estaban  dispuestos a pasarse días en la cama.- ¡mira qué gente es! Dijo indignado. Su respuesta me causó más risa que indignidad, yo le dije que era lógico, me miró de reojo y se encogió de hombros. Me habló mal de sus amistades y me dijo con aplomo que la gente tiene miedo de morir y volver a la tierra de donde habíamos salido, a lo que le respondí -yo vine del vientre de mi madre y no de la tierra. Mi tío era contable y formaba parte de los miembros del sindicato y tenía amistades con la prensa.

Le entregué a mi tío Chápalo unas cuartillas que yo había escrito sobre “el consenso espiritual”, era un ensayo que me lo propuse y quería publicarlo en el diario. Se puso sus anteojos, y comenzó a leer detenidamente mi texto, mientras tanto, yo fui examinando atentamente los libros que tenía en su estantería por si hallaba alguna narrativa clásica que aún no había leído. Cuando hubo terminado, me dijo que estaba perfecto, pero no dejó señalarme algunas ideas de las que él no estaba convencido, sólo para manifestar su superioridad de conocimiento. –veras, a mí no me interesa  persuadirte ni que estés de acuerdo conmigo, lo que quiero tío mío es que me hagas el favor de ayudarme a publicar este ensayo en el diario para que la gente se haga la idea de que existe algo que se llama “consenso espiritual”, y antes de hablar del consenso social, deberían, previamente, aprender y comprender lo que es “el consenso espiritual”. Le dije. ¡Pero, qué disparates dices chico! Me contestó burlonamente. Sin decir nada me puse a recoger furiosamente mis cuartillas que estaban sobre la mesa, y salí disparado ni siquiera me despedí de su esposa que me tenía cariño. ¡Al diablo tío! Murmuré cuando ya estuve bajando las escaleras repitiéndome la injusticia y zarandajas que recibía desde que empezó el día.

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