viernes, 30 de marzo de 2012

Itinerarios de Abdul VII


Séptimo capítulo: Itinerarios de Abdul

         Contemplé su retrato, me distrajo de mí mismo, en el fondo sentí algo reconstruía una parte de mi historia....comprendí que me hallaba dominado por mi pasión hacia Dania, pero ella no estaba para configurar mi esperanza. Ni el sueño, ni el olvido me libraron del embrujo de aquellos recuerdos, sólo los libros. Esperé a Dania horas y horas, leí mucho, escribí bastante y pensé demasiado. No apareció. Fue como esperar que apareciera la luna en una noche de tempestad, como navegar sin brújula y sin rumbo, confieso que fue como vivir ausente de la realidad. Sufrí insomnios durante toda la noche, no sé cómo llegué a conciliar el sueño, pero sé que dormí muy tarde.  
        
         Me levanté cansado, molido y sin ánimo. Quería dejar de pensar, pero el pensar no me dejaba, el tictac de mi reloj rompía el silencio del alba, las agujas seguían diseñando el mismo círculo de doce horas, sesenta minutos y sesenta segundos, nada ha cambiado. Me despabilé y salí a la terraza a hacer mis ejercicios. Respiré hondo, crucé mis dedos y me dejé caer sobre mis rodillas. Aquella mañana estaba triste como bajo una nube oscura. Empecé mi rutina, preparé una taza de café y unos bollos, antes de tomar mi desayuno solía encender la radio, un aparato muy viejo, me lo había regalado mi abuelo cuando aún tenía once años. Lo encendí para ir internándome de la situación política del país. Aunque mis estudios eran literarios, yo podía entender lo que sucedía delante de mis narices. Las noticias de cada día traían cosas terribles; se respiraba por todas partes la crisis económica, todas las estaciones hablaban sólo de la crisis, como si el mundo se estuviese acabando. La falta de esperanza y la decepción cubrían el horizonte y abrumaban la vista del pueblo. Se organizaban manifestaciones y huelgas, mucha crítica, no se sabía a quién seguir, y quién estaba en lo correcto y quien no, ni se podía distinguir entre blanco y negro, todo se hizo un color cenizo. Las protestas son el nudo de todas las revoluciones. Mis conocimientos acerca de la política eran pocos y ese barullo de tantas noticias negativas deformaba mi fe en el porvenir y no me permitía ser optimista. En cierto modo estoy de acuerdo con que la crisis joda  más a la gente, quiero decir que los pueblos se han dejado esclavizar por el capitalismo, y ahora pagan la cuenta. Ayer admitieron ser esclavos, lo han disfrutado, y ahora es tiempo en que se den cuenta del saco donde habían metido las narices, y mañana se salvan, si es que lo consigan.

         Sonó el teléfono, lo cogí y escuché “Por favor, Abdul, puedes venir a casa, ahora mismo” era mi tío Chápalo, supuse que algo debió de haber sucedido. No dejó tiempo para hacerle la típica pregunta “qué pasó” sólo me avisó y cortó la llamada. Efectivamente, fui, eran las ocho en punto cuando llegué, toqué el timbre. Me abrió su hija mayor, estaba muy pálida, agobiada, sus ojos irritados, me abrazó y empezaron a brotarle incesantemente lágrimas, la consentí unos instantes, e intenté calmarle. Le pregunté por mi tío y me respondió que salió con el médico a traer medicina. Dijo que, el día anterior, su madre salió en una manifestación, contra la reforma laboral, cuando llegaron a la plaza mayor, cerca de palacio de gobierno, la policía detuvo algunos manifestantes, hubo violencia, intervino policías con cascos, tiraban balones de gas, la gente empezó a correr; unos corrían y otros se escondían,  su madre estuvo también corriendo, cayó en un hueco en la acera, y tuvo una hemorragia intracerebral según los exámenes que le hicieron en el hospital cuando la llevaron. Eso no es nuevo en la historia de los policías, en vez de defender a los ciudadanos, defienden ciega y extremadamente a una banda de estafadores que apenas tienen nada de piedad. Unos luchaban por el poder y otros por el pan y  dignidad humana, ¡qué miseria!

        No me lo podía creer, me sentí indignado. La esposa de mi tío Chápalo era una buena persona y de  talento. Me dijo que los médicos sospechaban que se quedaría paralizada, muda….y rompió a llorar. En esto llegó mi tío y nos fuimos a ver a Fátima.



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