sábado, 28 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XVI


Decimosexta parte: Chavalote en casa de Doña Dolores
        

         Con un gesto torpe y ligero, volvió a meter la carta en el sobre y lo puso entre las páginas, creo, eran cuarentaicuatro y cuarenta y cinco, precisamente donde estuvo, o si quieren donde la reposó Inés antes de mandarla a su amiga Magdalena Soto. Chavalote estaba conmovido, pero en el fondo tenía una preocupación que no le dejó disfrutar de esa ternura que lo pudo llevar, incluso al colmo de la incomodidad escrupulosa y sólo pensaba en cómo reaccionaría y actuaría Inés si supiera que él había violado su privacidad. Poco a poco sintió con mucha confianza el desmoronamiento de esa preocupación que no tenía sentido; cómo sabría Inés que Chavalote se dio con la carta que ella misma había diseñado con esa caligrafía tan suya, tan exótica, encantadora, en cursiva, entre nítida y ordenada.


         La casa de doña Dolores, era cuadrada, su fachada principal miraba a una plaza que ahora es parking.  Lo primero que se veía al entrar, era un retrato muy grande de Las Hilanderas que debió de pertenecer a las obras barrocas, y un cuadro viejo que expresaba la batalla entre el Imperio otomano y Austria  que se terminó con la Paz de Zsitvatorok. Un banco de hierro descolorado por el sol, con una portada barroca, del mismo color del tejado. Era una casa llena de nostalgia e historias, se hallaba muy bien amueblada y decorada. El cuarto de Chavalote era grande y lleno de maletas, trapos, relojes, artefactos, montones de periódicos amarillos por los años y la humedad, que a la primera vista, se entendía claramente que ese cuarto servía para guardar muebles rotos, inútiles o que ya han dejado de usar; cosas estaban por romperse por cualquier toque o movimiento, una cama grande que cada vez, al moverse sobre ella se armaba un estrépito infernal. A través de las ventanas se divisaban el jardín de tierra rojiza, un raso enlosado de piedras, una acera desgastada, plantas de todas clases; arbustos y herbáceas, vivaces, carnívoras; urnas con tapa, trompetas… esa masa verde daba un poco de frescura y amabilidad, en general, al paisaje panorámico de la casa que Chavalote no tenía buenos ojos ni gustos artísticos para notarlo.



         En su nueva vida de hombre débil, delicado, pálido y delgado, a Chavalote, ahora no le gusta pronunciar malas palabras como solía hacer antes en las tabernas y en las callejuelas de Vera y por lo sólido, antipático e imbécil que era, porque le suenan horribles, y las buenas palabras no le salen, simplemente, porque no está acostumbrado a decirlas ni recibirlas de modo que propone arreglárselas para poder entablar buenas conversaciones con Inés y doña Dolores. Chavalote no era hombre retórico ni de discursos pero ya quiere pasar por un hombre de carácter, serio y templado, se ha decidido conocer más detalles sobre el perfil que le ha puesto Inés para sorprenderla y no decepcionarla. Chavalote como era aficionado a al vino, pensó bajar a la calle e ir a la taberna a tomar unas copas de whisky y ver a su amigo Danto, y luego regresar antes de que llegasen Inés y doña Dolores.

jueves, 26 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XV


Decimoquinta parte: Chavalote confuso
        
         De todo aquello que había leído en la carta y según su sano juicio y entendimiento, supuso que Inés sentía algo por él. A Chavalote le volvió a florecer la alegría en su rostro; estaba contento pero desorientado y confuso en la visión de lo que podría traerle esa carta. La única conclusión a la que ha llegado fue que tenía que hacer un plan o encontrar algún motivo para permanecer más tiempo en casa de doña Dolores con la intención firme de explorar el secreto de la mujer más noble y limpia del mundo con la que se había topado en su vida. Chavalote que siempre andaba con una pésima suerte que nunca logró abandonarla, ahora le sonreía  la vida y le mostraba una luz enfocada en un sendero por el cual tenía que atravesar de una vez por todas a la otra orilla donde le esperaba la buena suerte. De pronto, se dio cuenta de que necesitaba un buen sueño y eso lo que tuvo que pensar desde el principio, sintió una inmensa necesidad de recuperar los años que había perdido acariciando las botellas de Whisky y bebiendo en exceso. Le invadieron muchas sensaciones abanicantes que todas eran producto de esa carta tan emotiva que había escrito Inés. En esa misma carta, Chavalote debió de haber hallado su retrato o algo que ha suplido en él la voluntad sin proponérselo.

         Chavalote empezó a experimentar la antipatía por las tabernas, las riñas, la pereza, las calaveras envenenadas con la imbecilidad y la gente cerril, perdularia y sin voluntad. Había cambiado su visión del mundo, luchar era lo único que ahora encajaba en su pensamiento. Chavalote rompió, o quiso romper definitivamente sus relaciones con las botellas y las borracheras extremas, y llegó a creer esa metáfora clásica, que empleaban los escritores clásicos en sus libros, esa metáfora, lamentablemente, que mucha gente había dejado de creerla o se empeña en no usarla, esa metáfora era: “La gente, en general, soporta mucho mejor que se hable de sus vicios y crímenes, que de sus fracasos y debilidades” efectivamente, desde que llegó Chavalote a Vera, su vida se hizo un mundo de vicios y peleas, sólo vencían y hacían hazañas los pícaros, los bellacos y los canallas, y los débiles eran cobardes; pegarse o ser pegado. La hostilidad de gente bestia agudizó en Chavalote el impulso de ser feroz como un potro indomado para ser dueño de un asiento en el mostrador de las tabernas, le hubiese gustado ser Hércules para poder tener el arreglo de todas las situaciones difíciles y embarazosas en cualquier sitio de Vera porque no había posibilidad de bienestar dentro de las barbaridades e intrigas. Nadie pudo sacar a Chavalote de aquellos barrios suburbiales donde la picardía y la valentía eran símbolo de la hombría y las victorias.

         Quizás esta carta de Inés sea una ilusión, una esperanza quimérica que de un momento a otro le puede aflojar la voluntad, le puede suceder a Chavalote como el que está en una barca en medio de un mar oscurecido, cansado de tanto remar, olas gigantes, el viento le es contrario, poca alternativa de vida, se pierde la esperanza, se resigna y se deja hundir. 




N.B: la cita  que está entre comillas es de Conde de Chesterfield.

martes, 24 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XIV


Decimocuarta  parte: Chavalote y las ideas

         Se sentó en la silla giratoria del escritorio de Inés, abrió el libro y emprendió a leer en voz baja y pausada… se ha entusiasmado con las aventuras de los personajes y le hubiese gustado actuar como ellos; la lectura le fue dando varias ideas desconcertadas y otras que le irritaban, confundía la bondad con la maldad, se ha dejado llevar por la inspiración mientras observaba lo que leía, sintió que se le abría una ventana de inteligencia. Chavalote pensó que con el tiempo todo se hacía, y se habían de abrir caminos, pese a que no sabía de qué manera aquello se hacía.  A medida que leía encontró entre las páginas una carta metida en un sobre amarillo. 

Mi siempre querida Magdalena Soto,
        
         Después de tanto tiempo, te escribo desde la casa de mi madre, no tenía pensado pasar mis vacaciones junto a doña Dolores pero debió de ser algo que me trajo por aquí, sabe Dios qué sería, en todo caso para qué pensar tanto si con el tiempo se van cayendo las máscaras de lo que oculta el destino,  aunque supongo que supe en cierto modo una parte…En Vera no hay nada nuevo, cada vez más borrachos, vagabundos, envidia, odio, vanidad y los ojos de la gente están inyectados de tristeza y cansancio de modo que se me ocurre decirle a mi madre que nos mudemos de este pueblo donde no tengo cómo negarlo nací y crecí y sus monumentales plazas que habíamos recorrido y las bancas en que nos sentábamos a leer novelas románticas. Lamento tanto que no puedas estar conmigo para compartir contigo, no sé si son casualidades o causalidades, es más posible que yo haya encontrado el personaje que andaba buscando ya hace tantos años, desde que leí el primer libro, recuerdas amiga, seguro entiendes perfectamente a lo que me refiero porque quién más sabe con qué soñaba, no creo que te hayas olvidado de ese perfil que hemos diseñados juntas, horas y horas pasábamos en el patio de la Fuente de los Cuatro Caños, tú misma me habías dicho que era un personaje bastante extraño y probablemente que no existiera en la vida real, cuántas veces me convenciste cambiarle de perfil, siempre me vencías con tus argumentos, ante tu realismo y el mío era mágico. Por suerte he aquí concretamente el cuerpo y la mente del perfil, lejos de los héroes clásicos o de la mitología griega; Belerofonte, Acrisio, Trámbelo, Dárdano de los libros que habíamos leído.
         A los tres días de mi llegada a Vera apareció en nuestra casa,  y me perdonas tanta repetición, no sé si es por causalidad o casualidad o las dos a la vez, una persona, un joven como tú y yo, un chaval, como solíamos decir en aquellos buenos tiempos, recuerdas, seguro no te olvidas de nada por la memoria de elefante que tienes, quiero decir, un tipo linfático como dice mi madre, no creo que sea corto de genio, le llaman Chavalote, sí, suena extraño verdad, aunque no puedes imaginar, ahora que te cuento, lo extraño que es él y su vida y cómo difaman sus conductas. En realidad parece ser un joven de sentidos perspicaces, una vista triste pero admirable. Convengo que es imposible hallar a un hombre heroico de novela que Chavalote, no sé si tiene alguna vocación. Soy pésima en las cartas, tanta palabrería barata,  ya sé que dirás esto, pero qué puedo hacer, heredé de mi abuelo esa costumbre de escribir, créeme no lo puedo evitar porque detrás de tanta palabrería descubrirás más de mil y una razones que me empujan a escribirte esta carta, estoy muy conmovida, este Chavalote resulta justamente el personaje que busco para mis folletines que sólo él mismo puede llevar mi obra a buen puerto. ¡Te abrazo y no olvides cruzar las manos!
                                                                                                                               Tu amiga Inés  

domingo, 22 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XIII


Tredécima parte: Las inquietudes de Chavalote

         A medida que pasaba el tiempo, se fue acostumbrando a la casa de Dolores y a su hija Inés, cada día transcurrido se acercaba el final de su instancia para volver de nuevo a las botellas de Whisky, a la calle, la noche, a la taberna donde la gente se reñía por cualquier cosa insignificante,  y a sus rincones indeseables en donde, naturalmente, nadie se ocupaba de él, excepto Danto el tabernero que le servía las copas, éste le hacía exhortaciones y le escuchaba atentamente aunque con una ligera desconfianza. En los suburbios de Vera, se respiraba por todas partes la carencia de confianza entre los individuos, cosa análoga a lo que sucedía en el imperio romano; entre el emperador y el pueblo faltaba confianza y esto era una de las causas de la caída de todos los imperios y no sólo de Roma.
        
         En Vera todos eran ciudadanos de segunda categoría, y tristemente, Chavalote era, sin querer e  inconscientemente, de tercera; nadie se había encargado de su educación, instruirlo, mandarlo al colegio como Dios manda, nadie se oponía a las malas inclinaciones que tenía y las que fue adquiriendo. Chavalote, desde que vino al mundo vivía sólo en las más sucias y abismales situaciones. No hay nada peor que nacer huérfano, vivir miserable y ser desgraciado para vivir un destino sin destino fijo, esperando que el mundo diera algún día una vuelta para favorecer de una vez por todas, los laberintos en que se envolvía la vida de Chavalote. Pero debo decir que siempre aparecía una esperanza en el momento menos pensado, y así fue prácticamente el caso de Chavalote con doña Dolores e Inés.
        
         Terminó de escribir la carta, dobló el papel en dos, le dio una forma cuadrada, lo metió en un sobre blanco y se lo entregó muy amablemente a Carlos Huevos, éste lo guardó torpemente en el bolsillo interior de su americana, dio humildemente las gracias a Inés,  y se despidió cabizbajo pensando en el tiempo tan largo que había pasado sin recibir noticias, ni una sola línea de su hija; cosa era demasiado inquietante. Chavalote pensó que el que leyera  la carta que estaba redactando Inés debía de tener la sensación de encontrarse ante la prosa ágil y aparentemente parca de los mejores escribanos que acompañaban a Fray Bartolomé de las Casas en sus viajes a América, en defensa de los indios.
        
         Aquella tarde, Dolores e Inés iban de compras y preguntaron a Chavalote que por qué no se decidía a acompañarlas, él fingió que aún sentía mareos, y aunque lo deseaba con fervor no se atrevía y se quedó solo en casa. Hacía un calor tremendo, y como no tenía nada que hacer se puso a leer un libro de sueños y discursos que había encontrado sobre el escritorio de Inés.

viernes, 20 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XII


Duodécima parte: Chavalote y los tipos de Vera

         Hubo un prolongadísimo silencio después del almuerzo, un silencio en que Chavalote confundía lo que miraba realmente con lo que era invisible, y no podía huir de la mirada de Inés, no tenía donde esconderse, sólo los separaba la distancia de una mesa rectangular. A veces el destino hace sus juegos mediante objetos insignificantes. La mesa y las flores que estaban en medio, la comida, las sillas…todas estas cosas no importan cuando son de uso habitual, pero resulta que estos detalles crean ambientes agradables y posibilitan lo que uno es incapaz de planear. Inés estaba escribiendo unos versos líricos, era un romance de octosílabos cuando sonó el timbre de la puerta y bajó a abrir Dolores, era hora de echarse la siesta para liberarse de tensiones y cargarse de energía, afuera el sol quemaba las hierbas dejándolas amarillas. Abrió y se encontró con Alberto Carlos Huevos, lo miró de arriba abajo como diciendo:-No es momento oportuno de visitas señor Huevos- pero Dolores era buena persona, no podría recibir así a la gente, nunca se ha comportado desagradablemente con aquellos que tocaban su puerta aunque para incomodarla. El tipo era vecino y necesitaba ayuda; supo que Inés ya estaba en casa de su madre y vino para pedirle que le redactase una carta a su hija que él suponía que debía estar en París estudiando. Ésta le solía escribir cada dos meses, pero ya hubo mucho tiempo que no volvió a saber absolutamente nada de ella, se había preocupada bastante por su hija, dijo que no dormía, llevaba el corazón en un puño y andaba todo el tiempo pensando en el destino de su única cría. Inés escuchó lo que el tipo contaba y le dijo que pasara, se dirigió a su escritorio seguida por el señor Huevos, con mucho gusto y muchísima pena, tomó una pluma dorada y un folio blanco….
        
         Chavalote sólo observaba conmovido al máximo por la tierna bondad angelical de Inés, sin entender nada, como si estuviese en otro planeta, simplemente porque no estaba acostumbrado a aquellos ambientes de solidaridad. Chavalote era trasnochador, nocherniego, gustaba de recogerse al alba y dormir al medio día,  se había pasado la mitad de su juventud con las botellas de whisky quejándose de que se cerraban tan temprano las tabernas,
        
         En Vera había unos tipos muy raros y curiosos, uno se llamaba Armando Ruido, era un hombre andrajoso de cuarentaitantos años, lleno de extravagancias, tenía fama de loco, y corría la voz de que fue tomado por los demonios; a veces se le veía en la terraza de su casa casi desnudo, sólo llevaba una prenda negra, como quien hace gimnasia, silbaba, barriendo o  regando sus plantas y hablando con personajes imaginarios, cosa que causaba gran asombro y risa a los chicos. Tenía rasgos de audacia, por las tardes arrojaba un hacha sobre su hombro derecho y se metía en un prado que está al sur del pueblo, y no regresaba hasta muy entrada la noche y a veces dormía donde le pescaba la noche. Éste era un gran misterio, una persona enigmática para todo el pueblo. Armando Ruido siempre decía con un gesto de fastidio- lo malo es que estamos muriendo de hambre, y lo peor es que hay que trabajar demasiado para comer- Sentía un profundo desprecio por todo lo que fuese política y consideraba a los gobernantes como sus enemigos naturales, y creía que todos debían luchar por la anarquía. Según él, la mentalidad dogmática se respiraba por todas partes; en las calles, en las casas, en los teatros, los salones y en las tabernas. A Chavalote le encantaba que le hablasen de Armando Ruido mientras se tomaba buenos tragos de whisky, eran infinidades de burlas que se han creadas sobre la figura de éste. Tenía un aire frío y no le importaba gran cosa los comentarios de la gente, pero nunca abandonaba sus teorías. Cada cual tiene su lógica y Armando Ruido, la suya.

miércoles, 18 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote XI


Undécima parte: Chavalote recuperándose

         Los primeros días en que empezó a recuperarse, Chavalote se levantó de la cama e intentó salir a tomar el sol, sintió fuertes mareos porque ya llevaba tiempo en la cama podrido y pensó que no iba a poder caminar, se quedó tranquilo unos segundos, luego retomó de nuevo sus pasos. Dolores estaba poniendo la mesa justo cuando él quiso abrir la puerta para salir al jardín. Le dijo que esperase a que comiesen, tomar sus medicinas y después podía salir. Pero en el fondo Chavalote no quería sentarse a la misa con ellas para no angustiarlas con sus penas y el rostro tan pálido. En ese momento Inés le indicó amablemente la silla donde tenía que sentarse, lo desconcertó lo suficiente como para dejarlo sin tener nada que decir, por lo que se dio por sentado que la cosa ya estaba sentenciada; que no había manera de inventarse otras excusas. Inés era muy agradable, sus acciones expresaban una interminable simpatía, su mirada era bastante hipnotizante, sonrisas nunca faltaban e inteligencia intrapersonal tenía de sobra. Dolores tenía un cuerpo ágil y una cara rosada y fresca, ojos claros y era de pequeña estatura, solía llevar en los hombros un pañuelo de seda blanco. Se contaba que el padre de Dolores se pasaba la vida encerrado  en el mirador de su casa meditando, escribiendo, leyendo libros de historia e Inés era la nieta que heredó esa inclinación por la lectura.
         A chavalote le encantaba, se sentía sanísimo y lleno de una alegre y emotiva sonrisa interior cuando estuvo saboreando aquel delicioso plato que le sirvió Inés, percibió por primera vez en su vida el auténtico sabor de la comida. Una de las sensaciones más extraordinarias que pudo experimentar era la de sentirse amparado en pleno remanso de paz, alimentado, cuidado y era la de volver a sonreír después de tanto tiempo.
         Chavalote recordó un incidente inolvidable que se había cruzado en su vida, fue cuando aún vivía con su pariente, un día de invierno, por una ligera falta, su tío le tuvo durante tres días desnudo, atado con cuerdas a pan y agua, a consecuencia de este castigo sufrió pesadillas que le siguieron persiguiendo muchos años después. También recordó los días atrás cuando le estaba pudriendo el mundo entero, cuando se hallaba como un náufrago en la suciedad; entre las botellas de whisky y las riñas e injurias de los vagos borrachos de la taberna, unos contagiados por otros. Chavalote, sin querer estaba sumergido en una ignorancia invencible, como el que está luchando inútilmente contramarea en mal tiempo y que sólo le quita las fuerzas pero no puede llegar a ninguna parte, un náufrago en guatemala que se arrima a guatepeor
         A lo largo del almuerzo Inés comía y no dejaba de mirar a Chavalote, tal vez sentía predilección por su tristeza y su silencio, tal vez buscaba en él un personaje secreto para escribir un libro ni ella, ni nadie sabía en qué terminaba. 

martes, 17 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote X


Décima parte: Chavalote en compaña de Buzoño

         Fue una de las primeras mañanas frías de aquel mes de enero, tras la definitiva extinción del otoño. Chavalote andaba furioso con el clima,  junto a Buzoño recogiendo chatarras en los pueblos de San Sebastián, habían recorrido Astigarraga, Ibarra, Olaberria, Legorreta, Altzo, Azkizu, Urkizu, eran lugares muy fértiles para encontrar objetos que valían un duro o dos centavos. En el cerebro de Buzoño germinaba la idea de que había que ganarse la vida de cualquier manera, éste  tenía mil oficios, y siempre se llevaba en la espalda un saco de cuero donde podría uno encontrar cosas y utensilios bien extraños pero muy útiles para mil y una labores; ponía herraduras en las pezuñas de los caballos y mulas, y a veces se hacía barbero y afeitaba a los campesinos, sabe Dios, cuántas cosas tuvo que aprender Chavalote, aunque con gran pena y mucha dificultad, era lógico que él hiciera todo lo posible por ser un buen mozo para su jefe. Buzoño, en algunos pueblos lo llamaban mataperros y en otros era el de terror de los niños porque creían que metía a los críos desobedientes en su saco y se los llevaba. Buzoño tenía alzheimer y cada vez que se sentaban a descansar empezaba a hablarle a Chavalote de todas sus hazañas, era un cuento que se lo había repetido decenas de veces. Chavalote ya estaba harto de oír  la misma historia, se la sabía de memoria, y que estaba dispuesto a renunciar a una parte de su jornal por poner ante su jefe un enorme letrero que dijera: YA BASTA SEÑOR BUZOÑO. Éste era tan popular y conocía a toda la gente de aquellos pueblos donde romper zapatos de tanto andar era poco para sobrevivir.
     La casa de Buzoño era bastante diferente de las del pueblo, era una barraca hecha de tablas de madera pintadas de azul como si fue un chalet a la costa del mediterráneo, un tejado de zinc, una terraza o patio que no se sabía qué era exactamente, porque ése era más grande que el espacio que ocupaba la casa, dos cuartos pequeños; uno donde dormían él y doña Maritza y el otro para sus hijas gemelas. Chavalote dormía agradecido en el suelo sobre unos trapos y a la intemperie en la terraza como el portero de aquella barraca. Dando la vuelta a ésta había una cabaña que servía de refugio a las gallinas y junto a ésta había una pequeña noria que al girar producía un estrépito estrambótico, cuya agua regaba varias huertas de hortalizas.
      Las muchachas eran bonitas, morenas, calladitas y muy tímidas, casi no se les oía hablar, trabajaban mucho, no paraban nunca, siempre andaban ocupadas ayudando a su madre en labores domésticas o bordaban manteles para que el señor Buzoño los vendiese y les trajera joyas y ropa nueva. Chavalote se confundía quién era Yanira y quién Yurena, le era difícil diferenciarlas y así ellas siempre se reían y se burlaban de él y de su poca inteligencia y de lo idiota que les parecía. Ahora que está en casa de Dolores bien recibido y con buena autoestima contempla la belleza divina y la dulzura de la sonrisa de Inés que leía libros con sus elegantes anteojos puestos sobre la nariz, o en el jardín regaba sus plantas, Chavalote siente mucha diferencia entre aquellos dos mundos que compartían paralelamente el tiempo pero no el lugar y los sentimientos.  

domingo, 15 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote IX


Novena parte: Chavalote reflexionando

Inés estaba en su sillón en el jardín, un libro en sus manos, tenía un cuello largo y hermoso para estar orgullosa de sí misma, su cabello bailaba flexiblemente con el aire. Chavalote la observaba conmovido y ella a él de vez en cuando, no había cruzado con él aún ninguna palabra, pero sonrisas, sí, que no se sabía a ciencia cierta si eran de piedad, de clemencia, de consuelo o de caridad. El cuarto de Inés daba al jardín, siempre estaba bien ordenado, se despertaba al alba,  abría las ventanas, salía a hacer ejercicios deportivos, volvía con los diarios, se bañaba y se mete nuevamente en su estudio. Tenía muchos libros apilados por todos lados, tomos de historia, de arte, obras completas, parecía que había recogido bastante material como para pasarse muchos años leyendo. Chavalote aguardaba la cama y sentía bastante entusiasmo por la lectura, cosa inexplicable, se preguntaba por dónde le nació esa energía y tanta motivación que sentía en el fondo, ese afán de comerse libros, de tragarse todo el material y ser intelectual de una vez por todas.
Chavalote deseaba ser uno de los alumnos de Inés, era para él mil veces mejor que andar en el pueblo, de la taberna a la cama, y de la cama a la taberna,  comprendió por primera vez que su vida era meramente una repetición inactiva de una acción insignificante, una pereza innata y sin límites, una vida lejos de la lógica, pero era una amarga realidad. Era como despertar de una pesadilla que duró siglos. Chavalote  rompió a llorar en silencio, sí, lloraba a moco tendido, se acordó de lo desgraciado que era, de lo abandonado que estaba, de lo andrajoso y borracho que se miraba. Comprendió que era esclavo de las botellas de whisky, por ignorancia no sabía que la esclavitud se aplica a todos los vicios, caprichos y deseos. Y que era prisionero de trastornos irreales. Ahí Chavalote sudaba a mares y escuchaba un ruido tan espantoso en su alma que nadie podía darse cuenta –Dios me libre de mi desgracia- dijo Chavalote susurrando. Deseó que le hubiese tocado tener una familia tan sana y alegre como la de Inés. De repente Chavalote se acordó de aquel hombre que recogía chatarra y de los meses que le tocó vivir en su casa siendo uno de sus hijos.   

sábado, 14 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote VIII


Octava parte: Chavalote e Inés

Vomitaba, sentía la bilis en  la saliva y el dolor de los porrazos en el estómago y en todo el pecho. Lo llevaron a la casa de Dolores Fuertes Delabarriga, lo echaron  sobre la cama, y ahí se quedó tumbado, mucha sangre en la cara de Chavalote, era un verdadero cadáver inmóvil, pero en vida. Ésta era una buena vecina, enfermera, cuidaba a Chavalote y sabía tratar sus heridas. Consideraba que su deber en la vida era prestar ayuda y consuelo a la gente; era partidaria de todo lo que tenía que ver con la solidaridad humana. De la taberna se supo que Piolín Botella, estaba dominado por aquella dama tan burguesa y capitalista parisina. Lo usaba para redactarle cartas románticas que ella mandaba a sus pretendientes que venían a visitarla desde Montpellier, o como se dice en occitano, Montpelhièr no recuerdo bien, me es difícil aprender los nombres de tantas ciudades, repito, era  como si fuese su privado escribano; Piolín era un poeta desconocido, había leído a muchos clásicos y a otros contemporáneos. Se aprendió de memoria cuarenta mil versos de sus poetas predilectos y adquirió mucha habilidad en componer y declamar prodigiosamente  poesías seductoras que llegaban al fondo del corazón. Dolores tenía una hija que era profesora de historia del arte en el instituto de San Sebastián, pero como estaba de vacaciones coincidió con la presencia de Chavalote en la casa de su madre. Se llamaba Inés, era una muchacha muy guapa, cariñosa, simpática, debía de tener veintitantos años, esbelta, rubia y de ojos azules. Ésta tenía el perfil más hermoso que Alicia en el país de las maravillas;  su belleza era divina.
Chavalote por primera vez, en la casa de Dolores, se había sentido un niño, un ser importante que tenía todavía más valor y sentido en la vida, y no un borracho perdido entre la taberna y  callejuelas de Vera, Lo cual le llevó a querer llorar por su suerte. Dolores Le preparaba caldo de verduras, otras veces sopa de hierbas y tazas de té caliente. Gracias a Dios, pudo volver a abrir bien los ojos y probarse que no estaba tirado en cualquier hospital del pueblo.- Siento una gran debilidad y dolor, pero estoy muy a gusto-dijo Chavalote a Dolores. Al atardecer, Inés tenía la costumbre de salir al jardín y ponerse a leer. Leía a Émil Zola, a Duque de Rivas, a Esopo, a Homero, y a otros escritores cuyas obras extensas y divertidas. Chavalote la contemplaba en silencio y paz sin mover la mirada, como se mira un ángel bajando del cielo, sabe Dios, cuánto le emocionaba el paisaje, y cuánto se imaginaba sentado junto a aquel suspirito dulce leyendo y compartiendo sonrisas, sería una fabulosa experiencia para él.

jueves, 12 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote VII


Séptima parte: Chavalote y la contienda

La soledad deja demasiado tiempo libre y hay que ocuparlo en algo. Chavalote ya estaba cansado, se estaba dejando crecer el pelo, la barba, el bigote, las uñas, se estaba dejando crecer sus instintos por el vino.  Soñaba con tener un bar, tener una bodega, estudiar, leer, aprender, con ser intelectual como aquel conferenciante que había estado hablando lógica y correctamente en medio de una partida de ignorantes. Chavalote no sentía bien, algo empezó a cambiar dentro de él; era como un conflicto interno entre dos bandos en que la guerra no estaba a favor de nadie. Su alma se estaba descomponiendo para formarse de nuevo. Chavalote en el fondo estaba buscando algo sin querer, y como no comprendió lo que le sucedía, pensó  que se estaba volviendo loco, tras lo cual se cagó de risa de sí mismo y consideró que, en efecto, debía tomarse de nuevo otra botella de Whisky para que se le despejase la mente.
La taberna estaba copada por gentes adictas al vino, cuya pereza los llevaba a la inutilidad. Chavalote otra vez sentado al mostrador quiso comentarle a Danto lo que sentía y con qué soñaba, pero, de pronto pensó que se  burlarían de él o lo envidiarían, además, nadie estaba autorizado moralmente a participar en una dialéctica aplacable, mientras ellos en la sombra, el mundo andaba patas arriba. Lo que le tenía realmente desgarrado a Chavalote era esa incapacidad de captar el estado de desasosiego, desconcertado en que se encontraba; era como si estuviese a punto de probar por primera vez el cielo de las  buenas intenciones. Se tomaba los tragos cabizbajo, depresivo intentando conectar su pensamiento con la botella y no con el proceso fisiológico cosa que era menester para asimilar bien una parte de sus trastornos que ningún psicoanalista pudo entender.
En ese momento entró disparada una mujer furiosa a la taberna en busca de Piolín Botella, no se sabía si era esposo, novio o amante suyo. Bueno, abrió la puerta violentamente sin importarle que ésta pudiese estallarse contra la pared, lanzó una mirada asesina a Piolín que se quedó de piedra,  éste estaba sentado en un taburete junto a la portezuela de la trastienda., se levantó de un salto,  cogió su abrigo y se marchó obedientísimo con aquella burguesa dama. Pero antes, Le gritó Danto- ¿Qué tipo de mujer es usted, que no entiende que estaba a punto de romper la puerta de nuestra taberna? Ésta lo miró con desprecio y le estiró dos billetes de cien euros -llévatelos ahí están- le contestó. Chavalote era un tipo de hombres que no se aguantaba ver a un hombre humillado por mujeres le dijo a Danto- da el poder a las mujeres y verás la auténtica tiranía- y le espetó- ¿pero qué mierda se cree usted?  La mujer estaba acompañada de un hombre alto, gordo, fuerte y con una cara bastante seria que por su actuación se entendió claramente que era su bodyguard.
Éste agarró a Chavalote por las solapas de la americana y lo zarandeó contra el mostrador rudamente, cayeron tres botellas de Whisky y se armó un ruido de gritos  ¡Olé!, hasta la gente que estuvo embriagada se despertó asustada en medio de un ambiente tan horroroso. El interés y el espanto sobrecogió a los espectadores, y todos se acercaron a las paredes para dejar sitio a los contendientes. Danto quería intervenir para salvar a Chavalote de las manos de ese Kingkong,  pero, esté lo tenía apoyado en el mostrador y recibía a patadas a todo el que se le ocurría acercarse. Uno de los golpes del Bodyguard rasgó las narices de Chavalote que se quedó tirado en el suelo, inerte y sangraba.
En las caras se reflejaba un terror espantoso y reinaba un silencio angustioso sepulcral. Se abrió la puerta de la taberna, salió la mujer, Piolín y luego el bodyguard como si no hubiese ocurrido nada en el mundo.

lunes, 9 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote VI


Sexta parte: La infancia de Chavalote
         
         Eran las siete y cuarto de la mañana, el cielo estaba nublado, gris, triste; como para llorar. Salió Chavalote de la taberna sin despedirse de Danto cuyo vientre abultado que parecía a punto de estallar. No estaba tan borracho, pero sus ojos lucían muy rojos. Recorrió unas cuantas calles y vio a un grupo de niños esperando el autobús escolar que los llevaría al colegio, todos tenían el típico aspecto atildado, sus uniformes eran idénticos, pero sus zapatos manifestaban cierta libertad individual. Inspiraban esperanza, paz e inocencia; en dos palabras; eran almas de una  futura sociedad.
         Chavalote se sentó en un banco en la acera de la avenida y se quedó mirando fijamente a los niños, le inundó una melancolía inexplicable y empezó a latirle el corazón mucho más fuerte. Era la primera vez que sentía tener un corazón y que estaba en función. Cruzó las manos y apretó ferozmente, con la cabeza caída y en profundo silencio, tenso y temblaba. Se acordó de su infancia.
         No había tenido la suerte de recibir la misma educación que cualquier niño. Chavalote no conoció lo que era una educación delicada, cariño, amor y consentimiento, nada de estas cosas elementales y básicas de las que deberían disponer todos los niños, ni tenía a quien le pasara la mano sobre la cabeza. Nació huérfano. Vivió en el campo con unos parientes suyos colaterales, no lo cuidaban, y lo consideraban como si fuese una cosa o un trapo tirado en la casa. Lo mantuvieron sólo para que no se quedase en la calle. A los doce años tuvo que trabajar para sobrevivir,  a veces era aguatero y otras veces trabajaba en la tierra y así hacía todo lo que era menester para ganarse unos centavos que al fin y al cabo llegaban al bolsillo de sus parientes que lo mantenían. Sus penas eran infinitas, repito, vivía en plena crueldad y eran momentos difíciles en la vida de un niño a la que se aplicaba toda clase de abuso e injusticia. Ha engordado el hombre, ha engordado la mujer, todos los miembros de la casa engordaban, y él cada vez delgadísimo; trabajaba mucho y comía poco, dormía tarde y lo despertaban temprano, los niños iban a la escuela y a él lo mandaban al campo a recoger leña.  Bueno, si hubiese escrito su infancia en un cuaderno, pues, no hubiese resistido tanta inmundicia sin que se pudriesen  las  páginas.
         Sucedió que un día por culpa de Chavalote murió una oveja,  el amo de casa  se puso furioso y le dio una paliza que duró quince minutos, eran sumamente ochenta golpes; entre bofetadas, tortazos, y golpes con un palo de escoba. Chavalote, gritaba llorando, juraba y rejuraba que no era él quien la mató, pero inútil, lo dejó bien molido. El día siguiente se escapó, y andaba cerca de dos meses de pueblo en pueblo, pasaba de todo, bueno y malo, dormía en los pajares y al raso, hasta que se encontró con una persona que recogía chatarra y todo tipo de metales, pues, se fue con él, dale que dale hasta que llegó a Vera.
Un camión iba rápido, tuvo que evitar un choque, frenó repentinamente y dio unos cláxones muy fuertes, entonces Chavalote se despertó espantosamente, eran las once de la mañana, se movió del balcón donde estuvo durmiendo y volvió a la taberna, entró, y otra vez se sentó al mostrador, pidió a Danto que le sirviese dos botellas de whisky. 

domingo, 8 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote V


La quinta parte: Chavalote y las botellas

         Chavalote nunca se había enamorado en su vida, nunca se fijaba en las mujeres, no tenían importancia en su vida. ¡Las mujeres! ¡Las mujeres! Cada vez que oía hablar de las mujeres, las mandaba a  la mierda y anunciaba que el mundo fue y es una porquería cuando el hombre centra todo su cerebro y pensamiento en la mujer, y que uno es poquita cosa cuando concede su vida a una mujer a apoderarse de ella. ¡Eso es tiranía! Decía tomándose tragos de Whisky. – No, no es cierto, las mujeres nacieron para alegrar nuestra vida, en ellas buscamos algo que nos falta como nosotros a ellas también, sin mujeres no habrá vida amigo- le respondía Danto desde la trastienda limpiando los vasos en que servía licores.
Chavalote pegó un porrazo con el puño sobre el mostrador y como era de mármol, pues el puño quedó satisfecho ¡Puras Majaderías y cuentos de hadas! Ésta es la que me completa a mí, sin condiciones, sin necesidad de expresarme, ésta es la que me entiende a mí y me vuelve loco cuando me la tomo. Gritaba Chavalote enseñando la botella de whisky que tenía en la mano. Todos los clientes, borrachos, vagabundos, trasnochadores rompieron riendo a carcajadas.

         Había en la taberna un hombre que estaba sentado en la mesa de la esquina, era bajito, de aspecto extraño pero tranquilo, miró a todos y dijo decentemente que a las mujeres se las llevaron la vida moderna y la liberación, y tristemente, ellas ni siquiera saben adónde se conducen. Es muy difícil encontrar a una auténtica mujer, pero, para el adorno sí, las hay  muchas-añadió. El hombre parecía explicarse un fracaso social; a cada frase citaba a Nietzsche y Schopenhauer. En ese momento, en la taberna dejó de oírse el entrechoque de los vasos y reinaba un tremendo un silencio, todo el público lo estaba escuchando atentamente. Chavalote se levantó del mostrador donde estuvo, se dirigió hacia ese hombre, en su camino agarró sillón y se sentó a la mesa del conferenciante, cerró los ojos y se dio unos tragos de Whisky y le dijo- tú serás mi amigo a partir de hoy- después de haber clavado la botella en el centro de la mesa.

sábado, 7 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote IV


Cuarta parte: Chavalote en la batalla de Trebia
        
         Chavalote era alto, medía casi dos metros y calzaba zapatos que no se encuentran en el mercado común de los hombres, era fornido, moreno, tenía el pelo oscuro sin forma, su barba era grande y negra, era borracho y por más que bebía nunca le salió la barriga. Siempre pensaba que la vida no tenía mucha razón de ser, cosa que nadie llegó a comprender, solo él sabía la justificación de su propio lema. Lo más asombroso de todo el episodio de Chavalote, fue lo mucho que duró la curiosidad que había provocado su sorpresivamente ausencia en las callejuelas de Vera; se inventaron rumores maliciosos y chismes que hicieron de él un personaje bastante fuera de lo común. Se contó que un productor de cine necesitaba alguien que representase la figura de un soldado fuerte sangrando en plena batalla de Trebia que sucedió en el año 219 a.C. cuando el general Cartaginés Aníbal Barca emprendió una campaña militar contra la república de Roma partiendo de Qart Hadacht con unos cuarenta mil soldados y decenas de de elefantes de guerra. Bueno, Chavalote se ofreció muy entusiasmado para representar la escena. El caso es que él no sabía que se arriesgaría porque el productor quería hacer la película como si hubiese sido real. Vamos, lo invistieron de solado y le comentaron que iba a  tenderse en el suelo y  pasarían por encima  de él diez caballos y un elefante. Admitió y se manifestó muy valiente, entonces se realizaron los preparativos,  sin embargo, justo en el momento cuando partieron los caballos, él se levanto y huyó corriendo hacia el sur profiriendo  toda clase de palabras soeces. Dijo muy molesto el productor de cine-lo habíamos perdido todo- pero en un abrir y cerrar de ojos estaban todos riendo.

viernes, 6 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote III


Tercera parte: El chavalotismo

         Muchos pretenden ser psicoanalistas por el solo hecho de haberse leído unos tomos de Freud, creen que  todos  los trastornos tienen alguna relación con el vacío espiritual  y serían como las piedras por las que se cruza un río, pero el caso de Chavalote era excepcional porque ningún método pudo resultar acertado con él. Tendrían que abrirle la cabeza y escuchar atentamente para enterarse de lo que está ocurriendo.
       Se pasa uno la vida buscando la fórmula para ser diferente, distinto a los demás con el fin de ganar la simpatía y el respeto que se merece cualquier caballero digno, sin embargo, Chavalote era distinto y ganó odio, desprecio y llegó a verse como una verdadera bestia. Y aquí vale la pena realmente abrir un paréntesis. El trastorno de Chavalote era la consecuencia de unos problemas de la vida que no se daban al mismo tiempo, de modo que no debía ser objeto de burla porque a todos nos puede suceder. Lo que pasa es que la situación de Chavalote no era francamente tan exagerada, pero ¿quién frenaba las miradas podridas de la gente y el chisme que bordaban las vecinas acerca de tal Chavalote?

         Vamos, un día Chavalote asistió a un funeral en las regiones de Vera, el difunto era la esposa de un médico especializado en la programación nuerolingüística. Lo que resultaba curioso es que Chavalote nunca frecuentaba funerales, más bien debía estarse soplando una botella de whisky en la  taberna de El Matón o Carltón no recuerdo. Bueno, hubo tiempo en que este médico inició unas investigaciones prácticas psicoanalíticas sobre casos extraños de trastornos, y como la fama de Chavalote saltó por todos los rincones del pueblo, éste  le propuso a Chavalote psicoanalizarlo a cambio de dos botellas de Champán por cada sesión.  Rechazó, le dijo tres botellas, -tampoco-añadió Chavalote, dio vuelta y se retiró. El médico se puso asombrado ante la actitud de ese ser tan extravagante. No sabía que se trataba de Whisky porque Chavalote no se tomaba otra cosa que copas de esa clase de vino, cosa tan rara también.  Dos semanas después de la oferta, y justo en el entierro de su esposa vino Chavalote no para darle el pésame, sino para comentarle que había cambiado de opinión, que aceptaría el convenio si las botellas eran de Whisky.  

jueves, 5 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote II


Segunda parte: La desaparición de Chavalote

         He dicho antes que toda la gente del barrio pensaba que Chavalote se había echado al campo. Bueno, como faltaban pocos días para el verano, ya era momento de recoger las aceitunas,  y esto evidentemente indicaba que era tiempo de ganarse unos centavos en los campos de almendros y oliva,  por eso todos supusieron que allá debía de estar Chavalote trabajando duramente de sol a sol para comprarse sus botellas de vino y remediar sus doscientos cincuenta tragos diarios. Agrego que se necesitaba haber preguntado a la vecina del entresuelo para poder saber realmente dónde estaba él debido a que ella fue la única y la última quien le ha visto antes de que se despareciese. A ésta se le llamaba Madame Dolores Fuertes Delabarriga, ése era el apodo que le puso Chavalote desde que se conocieron. Ya habrá ocasiones en que hablaré de eso.
         Gaulle afirmó que el origen histórico de la  locura de Chavalote pudo ser el alcoholismo excesivo que envenena el alma y genera agresividad, a lo que el místico Brokoleche respondió que no le cabía la menor duda de que su carácter ha tenido mucho que ver con su destino y el entorno social. Bastaba haber visto las miradas de temor y odio que le dirigían a Chavalote y se podría deducir por qué él reaccionaba como de costumbre con una conducta de maldad. En realidad nadie nace malo o monstruo, pero malvado se hace. No se podría sentenciar absolutamente el caso de Chavalote sin volver a ver lo que le tocó pasar en medio de ambos espacios tanto psicológico como sociológico de su vida.
         El tabernero había abierto la puerta con toda concha y les había dicho a sus clientes que podían sentarse en sus sillones sin problema alguno, que no estaba Chavalote, hubo risa general, todos se alegraron de eso, se tomaron sus copas, pero la verdad es que era tan misteriosa la desaparición de Chavalote. Hasta ahora se lo preguntan.

miércoles, 4 de abril de 2012

Aventuras de Chavalote I


Primera parte: Chavalote y el mundo de Nubarrones

         Chavalote estaba gritando a las enfermeras que ya no sentía la pierna derecha después de habérsela inyectado, no sabía que pegarse una inyección sucedería eso,  maldecía e insultaba a todo el personal  del hospital. El caso es que intentaban calmarlo, le decían que era normal  el efecto que le había producido la inyección,  sin embargo, él juraba por todos los dioses de Roma y los santos de Grecia vengarse de una vez por todas de aquéllos que lo habían atado en el hospital. Chavalote no era el tipo que podía quedarse quieto una hora sin salir con las suyas, sin joder al mundo. Su caso era el objeto de estudio de muchos investigadores psicoanalistas. Unos decían que era loco, otros creían que era disparatado e imprudente, un doctor especialista en los trastornos infantiles aseguró que Chavalote actuaba como los niños inquietos retrasados, todas esas ideas resultaron equívocas, ninguna era correcta, simplemente, porque según Chavalote, el problema es que sentía que nadie le quería, nadie le entendía, sentía que era un ser odiado por toda la gente, y así él respondía a su manera. Para él  la sociedad era un conjunto de gilipollas y sólo hay nubarrones en este mundo de mierda, solía decir al tabernero que le servía copas de whisky, ése era la única persona que le caía bien entre toda la gente que le rodeaba.
         Una mañana, justo cuando estaba cerrando la puerta del quinto piso donde se albergaba, escuchó a una vecina decir a otra que el padre de Chavalote era ladrón y también lo fueron su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo. Esta vez no se armó la bronca porque no estaba borracho, entonces se molestó y dijo indiferentemente: ¿pero qué dice esta vieja, si nunca los conoció? Y aunque hubiesen sido asaltantes de camiones ¡qué diablos importa! Hasta las vecinas le andaban jodiendo por la vida. Ese día el tabernero estaba esperando como siempre la llegada de Chavalote pero no apareció, él nunca se ausentaba, y así corrió la voz de que el Chavalote se echó al campo.